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Tres veces yo

  • Foto del escritor: This Is Jai
    This Is Jai
  • 17 nov 2020
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 14 oct 2021

Si pudiera describir a mi “Yo” antes de la pandemia, diría que era bastante feliz o en camino a realizar metas que me llenaban de mucha ilusión, pasión y felicidad. Ese podría ser el antes de la pandemia y cuarentena para mí. Se podría decir que calma fue la palabra que describió esos primeros días, surreal e imposible como veía lo que venía. Recuerdo haber planificado ir a comprar algunas cosas que necesitaba el 14 de Marzo, nada muy complicado, más bien lo de siempre. Fue tanto el caos en los supermercados que me di la tarea de ir a otros lugares más, no quiero decir desesperadamente, pero así me vi. En ese instante el pánico habitó en mí. Tengo que destacar que soy hipocondriaca, no quiero decir de las peores, pero tengo que admitir que eso vive en mí. Así que, obviamente estos temas me llegan muy profundo y me los tomo más en serio que cualquiera.


Esas primeras semanas sentía que estaba de espectadora en una película – de las de terror – veía todo e intentaba convencerme de que era nuestro 2020, me costó. Estar en cuarentena nunca me pesa ya que aislada es como más segura me siento. Yo digo que la pandemia destruyó una parte de mí. También digo que despertó otra parte que no conocía, con eso he decidió quedarme y enfocarme. Tengo lapsos de recuerdos vagos, muy vagos. El miedo me invadió por completo, mi mente creo que pocas veces estuvo presente. En unos cuantos años soy capaz de olvidar como me sentí, no sé si eso sea bueno o malo. Ahí quiero dejar esa yo.

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Para el mes de abril me mudé de una ciudad a otra, intenté canalizar el proceso lo mejor posible para hacer movimientos efectivos y seguros para proteger a mi hija y protegerme yo. Dios fue el que tuvo el control porque yo un mes antes ya lo había perdido. Las noches sin dormir fueron incalculables, los días con falta de aire se sentían duplicados. Los días de sol por dos o tres meses no me hicieron falta, sentía que hasta el aire que respiraba me jugaba en contra. ¿Cómo se puede perder la cabeza tan fácilmente?


Me hubiera gustado posponer la mudanza, lamentablemente era muy tarde para eso, así que me mudé. Las noches sin dormir se triplicaron, el no conocer o más bien reconocer ese nuevo espacio como mío no me permitía continuar. Recuerdo dentro de todo que mi abuelita a la distancia y sus remedios caseros hicieron que yo, poco a poco, fuera sanando y recuperándome. Son muchas la madrugadas que le debo a esa señora que con tanta paciencia creó conversación tras conversación para que las noches fueran más cortas y aliviadas. Volví a vivir las tantas historias que cuando más joven con mi cabeza en su falda tuve el placer de escuchar, ella y yo nos complementamos en todo. Eso fue algo positivo, ¿no?


Todo eso que me estaba pasando tenía un solo nombre: depresion.. Mi hija, que madura y que temple. Ella me demostró cada día que era todo lo que tenía y todo lo que necesitaba, grano a grano me contagié de su calma. Ella tan pequeña me decía todos los días (literalmente): “mami, todo está bien, estás bien”. Esas palabras calaban dentro de mí y siempre las pensaba, las repetía. Todavía las repito. Con mucho amor hacia mí, con mucha calma y teniéndome mucha paciencia empezaron a haber días en los que me sentía mejor; aunque fueran seguidos de otros en los cuales no me sentía tan bien.


La pandemia, por otro lado me alejó de muchas personas que amo. No solo me cambió la rutina, me robó la cercanía de los seres que más amo. Viviendo en Estados Unidos y teniendo a toda mi familia en Puerto Rico, veía – no digo veo porque no quiero sonar pesimista– las cosas un poco más complicadas. Esos viajes en busca de un abrazo, una buena conversación o un momento de calidad entrarían en una pausa. Siguen en pausa. ¿Hace falta decir cómo y cuánto lo sigo sintiendo? Es en esos momentos y bajo esas circunstancias donde reclamo el momento que decidí vivir fuera de Puerto Rico. Aquí estoy sola, literalmente sola, pero no me cojan pena. Sola es cuando me he dado cuenta de cuán fuerte soy, sola es cuando más mi interior ha crecido, sola he descubierto cosas de mí increíbles y en la soledad con mi hija he descubierto cosas junto a ella que acompañada no hubiera podido descubrir.


Fueron muchos llantos, fue mucha confusión, pero también mucha retrospección. El mueble de mi casa era mi lugar seguro dentro de lo insegura que fui por poco más de tres meses. Me hice ajena de todo y todos. Pocos entendieron y para ser honesta, poco me importó, en momentos que ni yo misma me entendía ¿cómo iba a preocuparme por la compresión de terceros? También, pocos estuvieron. Si pudiera definir mis sentimientos eran algo como: “la pandemia contra mí y el miedo de poder contagiarme” o “el miedo de que algo me pasara o le pasara a mi hija”. Si, una guerra contra mí misma constante. Lo advertí, soy hipocondriaca. Pero, es ahí donde decido dejar mi segunda “Yo”.

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Todos los días intentaba dar lo mejor de mí mientras sonreía para los ojos de todos. Es porque pienso que la felicidad es muy importante, así que a eso me dediqué. Dicen que atraemos lo que pensamos, pues, poco a poco me dediqué a atraer lo que quería o necesitaba. Entregué todas mis energías en ser quien quería ser, independientemente de los enredos de mi mente. Enfoqué mis días en hacer las cosas que promovían quien quería ser y transmitir a otras personas. El Podcast fue clave, fue esa luz que siempre buscamos en el túnel. Amo ese espacio, soy tan feliz y tan yo. Decidí comenzar a soltar todo lo que me pesaba, sigo soltando lo que me pesa y ¡que bien se siente!.


En ese comienzo de querer ser y estar mejor, el papá de mi hija insistía en venir a vernos. Luego de negarme probablemente más 100 veces por día – es que vivimos en diferentes estados – por mi histeria de tener que exponernos los tres a un vuelo más, accedí. Tengo que decir que fue una visita positiva y necesaria. Primero, a mí me importaba que mi hija pudiera ver a su papá, segundo tengo que admitir que yo también necesitaba ese encuentro para empezar a culminar ciclos que por tantos años seguían abiertos dentro de mí. No todo es como queremos, pero estoy segura que si es como debe ser. Le debo a esa visita el que por primera vez sentí la confianza de salir de mi casa. También el contribuir a encontrarme, a saber que quería y que no. La pandemia fue un golpe bajo, pero necesario. Un golpe de esos tan fuertes que te dejan sin aliento y a la misma vez te lo devuelven. Así es como ante procesos negativos se agradece porque se crece.


Renaciendo, así me considero. Tengo demasiado que con mucho amor y delicadeza cuido, para sobre todas las cosas lograr una felicidad completamente plena, en ello trabajo a diario. Me dediqué a hacer lo que me hace feliz, me tomé varios cursos de coordinación de eventos, mindfulness, emprendimiento… en fin, me dediqué tiempo. Elegí resaltar lo mejor que soy y enfocarme en ello. Empecé a ser poco a poco, cada vez más feliz. En ese proceso de reencontrarme descubrí que mi hija es mi mejor amiga, ¡nos llevamos tan bien! Ella me ayuda siempre a querer ser mejor. Dejé de lamentarme y empecé a canalizar mis sentimientos. Me puse como prioridad y aprendí a escuchar lo que mi yo interior quería.


Mami vino y eso llenó vacíos que tenía, vino a completar, complementar y quitarle las arrugas a un corazón estrujado por meses. Ella también – como abuela y Fabi – me canaliza. Mi familia es todo para mí el tenerlos lejos es de mis retos más grandes de la actualidad, recibir la visita de mi mamá contribuyó a balancearme, la necesitaba cerca. Comencé paso a paso a retomar esta Jai que llevaba ya rato media perdida. No niego que con todo lo que pasa hoy día en ocasiones la incertidumbre quiere apoderarse de mi con preguntas como: ¿Cuándo vas a volver a Puerto Rico? y ¿Cuándo volveré a ver a mis abuelos? A veces pienso que el tiempo va en mi contra, pero es ahí donde trabajo controlando emociones que no son de mi presente.


Hoy trabajo cada día sin parar para ser mí mejor “Yo”, para hacer las cosas de la mejor forma, siempre en amor. Hoy valido, normalizo y respeto todas las emociones que muchas veces siento. Voy incorporando nuevos hábitos, trabajando en lo que quiero ser, dando forma para todos los días ser mi mejor versión. Es así como poco a poco voy reconstruyéndome. Es así como una pausa obligatoria va ayudando a que cada vez desde mi túnel vea el cielo con más claridad. No le doy espacio al lamento, más bien valoro el impacto positivo que la pandemia ha traído a mí. Es así como voy nutriendo esta tercera “Yo”, la que soy hoy.

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XO – Jai

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